Construyendo y reexaminando la identidad profesional
En el campo de la salud sexual y reproductiva, enfrentamos retos constantes que nos exigen no solo conocimiento técnico actualizado, sino también una profunda capacidad de adaptación y empatía.
Como comadronas, estamos presentes en momentos de gran trascendencia para las mujeres y sus familias, lo que hace aún más importante contar con espacios donde podamos detenernos a reflexionar sobre nuestra propia práctica.
La práctica reflexiva es una herramienta poderosa que nos permite mirar con detenimiento nuestras experiencias diarias, reconociendo lo que nos mueve, lo que nos desafía y lo que podemos mejorar. A través de este proceso, no solo ganamos claridad, sino también el apoyo necesario para fortalecer nuestro desarrollo profesional y bienestar personal.
Reflexionar nos invita a descubrir aquello que puede pasar desapercibido: nuestras creencias, los valores que nos guían y las dinámicas de poder que a menudo influyen en nuestras interacciones clínicas. Al identificar estos aspectos, podemos mejorar la calidad de la atención que ofrecemos, haciéndola más empática y respetuosa.
Es especialmente valioso utilizar esta práctica cuando abordamos temas delicados y actuales, como la violencia obstétrica o las preferencias de las mujeres en situaciones que se apartan de los protocolos habituales. Pero también es muy útil para explorar dinámicas de equipo o examinar adherencia a guías de práctica relevantes. A través de la reflexión, podemos seguir avanzando hacia una atención que no solo sea técnicamente eficaz, sino también profundamente humana y respetuosa.
Explorando lo que hay bajo la superficie
Nuestro comportamiento visible —nuestras habilidades, conocimientos y experiencia— es solo la punta del iceberg. Lo que realmente moldea nuestras acciones diarias como comadronas está sumergido bajo la superficie: nuestras creencias, valores, motivaciones y cualidades más profundas. El Modelo del Iceberg de McClelland nos ayuda a entender que lo que somos internamente tiene un impacto directo en cómo nos sentimos y en la calidad de la atención que brindamos.
La práctica reflexiva nos invita a bucear bajo esa superficie, explorando las capas invisibles que influyen en nuestro comportamiento. Al hacer esto, descubrimos posibles fricciones entre lo que creemos y lo que hacemos, permitiéndonos ajustar nuestras acciones para ser más coherentes y efectivas en nuestro trabajo.
El objetivo de reflexionar no es sólo mirar hacia atrás, sino proyectar hacia adelante. Cada reflexión debe traer consigo una transferencia, un aprendizaje que puedas aplicar en situaciones futuras. Aunque no tenemos control total sobre el contexto en el que trabajamos, siempre podemos influir en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Esta influencia es lo que realmente marca la diferencia.
Para que la reflexión sea efectiva, es importante que siga una estructura clara, guiada por un análisis profundo de nuestras motivaciones y valores. Este proceso nos ayuda a ser más conscientes y estar conectadas con lo que realmente importa: el bienestar de las mujeres que acompañamos y el nuestro como profesionales.
Trabajando en grupos: una reflexión más profunda y compartida
Si bien la reflexión individual es valiosa, el trabajo en grupos de estudio (online) ofrece un espacio enriquecedor donde podemos profundizar aún más. En un entorno grupal, a lo largo de un mínimo de 4 sesiones, reflexionamos siguiendo un método sistemático que permite un espacio de seguridad para expresarse. El contenido se adapta a las necesidades del grupo, explorando desde casos clínicos concretos hasta dilemas éticos o aquellas creencias y valores menos visibles que influyen en nuestras decisiones cotidianas.
Estas sesiones no sólo fomentan la reflexión individual, sino que también nos permiten aprender unas de otras, apoyándonos mutuamente en este proceso de construcción y reexaminación de nuestra identidad profesional.
A través de la colaboración y el intercambio, logramos integrar la práctica reflexiva de manera más efectiva en nuestro día a día, lo que fortalece nuestra capacidad de ofrecer una atención más consciente y respetuosa.
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